En algún momento de nuestra educación escolar, aprendimos que la Constitución Nacional señala que nuestro país “adopta para su gobierno la forma representativa” (art. 19), lo que implica aceptar el sistema de democracia indirecta, y que nosotros, es decir, “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución…” (art. 22). Pero al fin y al cabo seguimos siendo nosotros los que decidimos quiénes van a ocupar esos roles.
A su vez, hay otras frases a las que damos importancia para pensarnos y analizar quiénes nos gobiernan. Entre ellas, “mirar hacia atrás para pensar el presente y anticipar cuál puede ser el futuro”. Si esto lo aplicamos a nuestros representantes, podemos analizar, entre otras cosas, las características generales de cada uno según lo que se espera en cada época. Así, al revisar la etapa donde el radicalismo gobernó Río Negro podemos sospechar que era poco probable acceder a los lugares de conducción y que los políticos o quienes ocupaban esos cargos de poder eran una élite de “gente especial”.
Luego, con la llegada de Carlos Soria, se consolidó el poder de los dirigentes y los representantes se caracterizaron por ser personas consagradas en la política, con trayectoria y formación. Por ejemplo, intendentes con mandato cumplido, legisladores que repetían sus períodos, concejales que tenían experiencia, etc. Tanto de los cargos electivos como de ministerios, aunque hubo alguna excepción (algún libre pensador).
Más acá en el tiempo, y acompañando también el plano nacional, cualquiera podía ser candidato sólo por ser conocido (no importa de dónde viniera, si tenía o no pasado y trayectoria). Tal vez porque la política dio lugar a que fuera la hora de los representantes de diferentes colectivos sociales, poniendo en extinción esa raza política que sostenía que para estar no sólo bastaba con parecer, sino se debía ser político (y no un agente social). Esto pasó en cada una de las localidades rionegrinas a tal punto que desde concejales, funcionarios municipales, hasta intendentes accedieron a lugares que nunca podrían haber llegado sin el andar de la formación y construcción política (responsabilidad neta de Juntos Somos Río Negro por ser un partido nuevo y sumar a todos lo que podían). Hasta algunos fueron presidentes de Concejos Deliberantes, arrastrando pasados (sino eran ellos, era alguno de sus familiares más que directos).
Y ahora, en este mandato, hay un nuevo posicionamiento y características que atañen a los representantes del pueblo. Claro, se vanaglorian de representatividad o de experiencia y, lo cierto es que, como te anticipamos, son los del mandato anterior: concejales, militantes, etc. de escaso tiempo en el rol, pero que accedieron a ocupar lugares de funcionarios públicos y, hoy, hasta parece que se hubieran recibido de políticos experimentados. No hace falta más que repasar los nombres de legisladores de alguno de los espacios políticos y, ni hablar de los de Juntos Somos Río Negro. Pero la realidad es lo que es. Ni bien, ni mal. Todo el mundo quiso participar, todos creyeron que era lo que se debía hacer y nosotros lo permitimos.
En este contexto, deberíamos preguntarnos: ¿qué parte o responsabilidad nos toca a nosotros? Como pueblo representado, según la Constitución Nacional, podemos intervenir en forma directa o semi directa en las decisiones políticas a través de la iniciativa y la consulta popular, vinculante o no vinculante (arts. 39 y 40). Formas que, lamentablemente, no han sido ensayadas desde que se las incorporó en la Constitución en 1994 (a pesar de lo exitosa que resultaron las consultas populares de 1985 sobre el Beagle y en 2001 sobre el cambio de la Legislatura bicameral en Córdoba). Quizá por la desconfianza de los políticos y por las exigencias desmedidas que las leyes reglamentarias han impuesto para su empleo.
Entonces, el pueblo la tiene
complicada si es que quisiera poder ser parte activa y directa de las
decisiones del gobierno. Pero claro, tal vez la clave sea quién está mejor
vinculado con los representantes y quién no. Y en este período, en este nuevo
esquema de características, los mismos serán una opción para mucha gente que en
otro momento no tenía acceso a los gobernantes. Recordemos que ahora otro
estilo de dirigencia ocupa cargos en los gobiernos, no son ni buenos ni malos
ni mejores ni peores, sólo eso, con características distintas y en otro
contexto.
Tampoco al votar, el pueblo debe otorgar un
cheque en blanco a sus representantes. Sino que debe influir permanentemente en
cada gestión a través de ideas, propuestas, críticas, protestas que expresen
intereses y hasta presiones que graviten en la toma de decisiones políticas. La
sociedad es y debe ser la gran proveedora de estos insumos indispensables para
el buen gobierno, y sus representantes son o deben ser los canales por donde
fluyan los mismos. Por eso, es necesario que pensemos qué características
tendrán nuestros futuros repesentantes o ¿sólo dependera de lo que los medios
de comunicación puedan sugerir o el momento social indique?
En este momento, entre lo que somos y lo que debemos ser como pueblo, ¿qué certeza tenemos de que no firmamos otro cheque en blanco? La única garantía de que nuestra voz estará representada y que va a tomar relevancia como esquema de poder son algunos de los medios de comunicación. Sí, los mismos que en las últimas campañas fueron pasados al olvido y reemplazados por las redes sociales. Cabe aclarar que en una gestión no se puede sólo pensar que las redes sociales podrán ser ese agente formador de pensamiento y adhesión a la misma. Sí pueden ser medios de difusión pero no de interacción que permita un verdadero diálogo.
Este es el momento en el que los medios de comunicación (e interacción), llámese radio, televisión, diario digital, etc; sean los espacios protagonistas y el verdadero peligro para cada gestión gubernamental. Y aún más la radio, que acompaña al vecino que maneja el taxi, a la vecina que está cocinando, o la mamá que lleva a su hijo a la escuela, sin la necesidad de dejar lo que hacen para mirar una pantalla. Sólo basta con escuchar mientras realizan todo lo que deben hacer cotidianamente. Además la radio te da el resumen de lo que se muestra en televisión y también lo que se escribe en los diarios. Por eso el medio que logre trabajar, no sólo el nivel subliminal de los mensajes sino la capacidad de comunicación inmediata e interacción con el ciudadano, será quien se lleve los dotes del verdadero peligro, quien le va a acarrear dolores de cabeza al gobernante de turno, al punto de pensar, estos me van a hacer perder una elección.
Al final, como pueblo, sí podemos hacer pero tenemos que decidir cuándo vamos a reafirmar y decir: “somos el soberano y gobernamos a través de nuestros representantes”.