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Llegó diciembre, último mes del año y la sensación es la misma para todos: sea lo que fuere que se termine pronto, que lleguen las Fiestas ya y las vacaciones. Listo, borrón y cuenta nueva. Pero antes, querido lector, un último esfuerzo que no decaiga el ánimo porque sí se puede, claro que se puede si todos juntos creemos que… ay no, es muy pronto aún, ni siquiera se cumplió el mes desde las legislativas, por eso es muy difícil olvidarse y sacarse de la cabeza ese tonito de los discursos políticos. Tan dramáticos como épicos, ¿no? Y hasta con algunas producciones cinematográficas típicas: el candidato asertivo en pose salvadora y el ciudadano de a pie recuperando su felicidad tras consumir las promesas de campaña. Todos los clichés juntos y en perfecto equilibrio para que se mantenga el status quo y cada cosa siga en su lugar.

Pero lo cierto es que observar el proceso de campaña, analizar los resultados y mantenerse en silencio aguantando el comentario, también genera un suspenso dramático digno de los mejores thrillers. Y justo en el momento de mayor tensión, con todos los reclamos de los lectores que querían recuperar las editoriales futboleras (saga que por cierto gustó mucho), aparece una nueva saga editorial de película. Por supuesto, como siempre, el premio y mérito se lo llevan ustedes que nos pusieron este nuevo desafío de reflejar la épica realidad política de estos tiempos.

Y después del desafortunado furcio sobre los argentinos bajando de los barcos, nos quedamos pensando que tras las elecciones en Río Negro algunos ni siquiera llegaron a bajarse y se hundieron al mejor estilo Titanic (¿será que ser sensato y poner un pie en tierra a tiempo no es tan fácil como parece?).

Y así comenzó la película: el barco de las elecciones zarpó hacia un futuro promisorio, el viaje prometía muchas aventuras, dos bancas y todos se subieron felices y contentos. Pero, mientras para algunos de los candidatos era un viaje soñado, para otros era un impacto seguro (y esto ya varios se lo habíamos vaticinado hace un tiempo. Es más, fue como entablar una discusión inútil con la pantalla del tele: “Che, ¿¡pero no estás viendo que vas derechito contra el iceberg!? Silencio). Seguro ya se imaginarán a quiénes nos referimos.

En fin, pero aún con naufragio mediante, igual se pudieron apreciar diferentes escenas memorables que quedarán en la Historia: tanto los que, por sus condiciones, salvaron sus vidas subiendo a tiempo a los botes (incluso, especulando con sacarle el salvavidas a alguien más), como los que tuvieron un dramático gesto de entrega y amor (¿¡a qué!? No sabemos, pero amor al fin). Y no nos olvidemos de los que tocaron su música hasta el final, a pesar de saber su triste destino, ni de los que aparecen como personajes secundarios y ni siquiera sabemos qué fue de ellos. “¿A quiénes se refieren?” – se estarán preguntando-, pero calma que no vamos a ‘espoilear‘ parte de la saga antes de tiempo.

Lo cierto es que, al fin y al cabo, todos perdieron algo, por más que hayan ganado. Y eso sí te lo vamos a contar: alguien perdió su amor, otro sus pertenencias, algunos sus honores, otros la vergüenza… En fin, por más romanticismo que le pongamos a la escena, el viaje fue un antes y un después, y todos dejaron algo detrás.

Y si hablamos de perder, empecemos por el peronismo que tiene experiencia en perder durante las elecciones. Aunque esta vez, desde la calle afirman que “Ana Marks fue para el peronismo rionegrino lo que Macri fue para el país”, y si se les pregunta “¿y por qué dicen eso?” Casi al unísono te contestan: “porque aquí no perdió el peronismo”, y antes de seguir preguntando te hacen callar y te dicen con tono solemne: “aquí perdió Ana Marks, la Macri de Río Negro porque destruyó al peronismo con su soberbia candidatura”. Sí. Lo sabemos: es muy fuerte lo que sostienen pero expertos en el tema, hasta tienen un protocolo para las derrotas y sin que te dejen opinar, te aclaran: “los códigos de la política es que después de perder, debería haber salido un dirigente, en este caso Martín Doñate, a hacerse cargo de la derrota, decir, ‘fue mi culpa’, o la misma Ana debería haber dicho ‘yo fui la culpable’, o con Doñate, los dos juntos decir: ‘nosotros nos equivocamos, somos los responsables, no el pueblo peronista. No hicimos lo suficiente, no convocamos a todos los compañeros, no logramos tener la presencia que se necesitaba’, y con esta conducta que es habitual y de pizarrón en la política se le hubiera ahorrado al partido el ‘ser la derrota del peronismo’. Pero ni ese código conocen” –te dicen los peronistas en la calle, negando que se haya perdido una elección más y que, lejos de ser el peronismo, los perdedores fueron sólo algunos con nombre y apellido. Entonces la conclusión obvia asoma y la decimos casi retóricamente: “La derrota es huérfana” y desde la calle nos señalan “Sí, claro. Pero tené en cuenta que fueron sólo 700 votos y que cualquier candidato que hubiera querido honrar nuestro partido los hubiera ido a buscar con más actitud”. Y claro, con esa respuesta, nos quedamos sin argumentos para retrucar.

Lo único que podemos añadir a esto es que desde nuestros medios de comunicación también fuimos testigos de hechos que, dentro y fuera del set, repiten la misma escena. Por ejemplo, nuestro conductor de Las mañanas de la radio, el confeso peronista Rubén Torres, auspició de Fiscal General en cada una de las elecciones resguardando los intereses partidarios representados en Anita ‘Topadora’ Marks (sí, así la empezaron a llamar en Bariloche tras viralizarse un meme de la candidata subida en una topadora y con ánimo de arrasar a todo el mundo, lo cual hizo, pero no en las urnas). Pero volviendo al tema, tras el fracaso electoral, Torres les confesó a esas 25.000 almas de la audiencia que nos escuchan a diario: “hoy vengo vencido pero no derrotado, porque de eso nos sirvió 30 años de intentos fallidos sin poder ganar elecciones: saber que al otro día, uno se volvía a levantar y que, a la semana, ya estábamos soñando que en la próxima elección ganaríamos como pasó un día con el Gringo Soria. Compañeros peronistas, a ustedes les hablo” -les decía el conductor de nuestro espacio periodístico matutino- “a vos te hablo, que votaste al peronismo. Ayer no perdió el peronismo ni las ideas peronistas, ayer perdieron los candidatos. Como reconocen los compañeros, Anita ‘Topadora’ Marks, vino a El Bolsón en las PASO a cerrar campaña y en un domingo de lluvia, entre las 13 y las 17 horas se juntó con sus afines y sólo eso pasó. Nunca más atendió el teléfono entre las PASO y las elecciones generales. Por eso, ¿quién crees vos que perdió? ¿quién es el responsable? En las elecciones generales volvió a venir un día entre las 11 y las 14 horas. A los que trabajamos y militamos ni nos invitaron, es más, nos enteramos de casualidad cuando ya se estaba yendo. Ese desprecio al pueblo de El Bolsón creo que jamás un candidato lo tuvo y menos de alguien que se dice ser peronista. Y sí, así faltaron 700 votos y muchos más que están ahí esperando a que se los convoque. Entonces ¿perdió el peronismo?”- se preguntaba Torres.

Y a esto debemos agregar lo que señalan otros peronistas, a los que les hizo mucho ruido estar viviendo otra vez la misma escena y que ahora, confirmando los resultados, logran decirlo. Porque la candidata eligió para hacer su campaña en El Bolsón a los mismos referentes que habían perdido las elecciones a Intendente en el 2019 con un tercer lugar, en vez de elegir a otra fracción peronista más representativa que había salido en segundo lugar de la mano de la Dra. Cristina González. Por eso, las críticas se acumulan: “Vino y los volvió a elegir”, “Ahí tenés, si caminó la campaña con el mal llamado ‘Nuevo Encuentro’, porque su nombre real es Encuentro por la Equidad y la Justicia ¿Qué necesidad había de repetir viejas fórmulas?” Y así, este ejemplo de El Bolsón, dicen que se aplica a varias localidades de la provincia. Por eso, como dice la frase atribuída a Einstein, “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes” (quizá Marks más que subirse al Titanic, se haya subido a la famosa ‘nef des fous’ o Nave de los Locos).

Y en esto tenemos que hacer una mención de la saga anterior, ya que en el editorial del 1 de agosto, ya habíamos señalado las diferencias entre la forma de hacer política de Marks y Berros. Y en el transcurso de la campaña, estas diferencias se vieron reflejadas en varias oportunidades, incluso en los mismos escenarios. Por ejemplo, sobre la postura de Berros en campaña, Torres narraba la experiencia en primera persona: “lo positivo fue que, al estar muy distanciado con el candidato Berros y al estar de campaña, llegó a El Bolsón el 8 de agosto y entendió que una cosa es tener una mirada distinta de las cosas y otra es la de función de representar al pueblo peronista en una elección. Berros llegó, me abrazó y me convocó a trabajar para que Marks sea diputada. Y así lo hicimos: pusimos dinero, tiempo, energía, convicción y nos guardamos los desprecios de la candidata. Se los dijimos pero Berros nos convocaba y decía ‘después de la elección discutimos todo lo que quieras, ahora yo estoy, te necesito ahora, el pueblo nos necesita. No te puedo pelear, Rubén, te necesito’. Y ahí estuvimos, sin bacilar, con todos los partidos vecinales de El Bolsón y hasta un sector del radicalismo se vio burlado y bastardeado por la candidata aunque le habían expresado su apoyo pero jamás se los convocó a nada, ni para participar ni para agradecer o decirles de frente ‘no los quiero ni me gustan pero sus votos me sirven’. No, nada, desprecio total. Igual pusieron el cuerpo siendo fiscales y llevaron el mensaje. Pero si tan sólo una vez más la candidata hubiera venido a El bolsón y su actitud hubiera sido otra, tal vez 300, 400 votos más hubiera logrado. Y si lo mismo hubiera pasado en otra localidad, me pregunto, te pregunto, ¿quién sería el diputado nacional ahora?, por eso, ¿quién es el que perdió?¿quién es el responsable?¿los escuchaste pedir perdón o hacer una autocrítica? No, siguen cobrando los sueldos por ser como el tero, cantan en un lado pero ponen los huevos en otro: dicen ser peronistas y caminan con otros. Pero nosotros no somos así y vamos a volver a dar la lucha” -narraba Rubén Torres tras la derrota.

En fin, queridos lectores, haciendo una ana… (pero no una Marks), sino una analogía podemos decir que si el candidato hubiera sido José Luis Berros, quizá no se hubieran topado con el iceberg o por lo menos frenado a tiempo. Quizá Berros hubiera sido el Diputado Nacional. Pero, esa es una peli que aún no se estrenó.