En este tiempo, donde intentamos reconocer una realidad que ha cambiado al 100% y nos vivimos acomodando a las nuevas circunstancias, pareciera que las palabras no alcanzan para describir tantas situaciones que se nos escapan del molde. El desborde de estímulos y datos nos mantiene alertas mientras vamos asimilando de a poco esta “nueva normalidad” que llegó para quedarse.
Es por eso, que a todos, de alguna u otra manera “sin querer, se nos ha escapado la liebre” en más de una ocasión y hoy, en todos los niveles “la seguimos remando” . Menos mal, que contamos con un acervo de refranes incorporados a la sabiduría popular que nos remite a un lenguaje común, donde podemos encontrar una manera sencilla para acompañarnos en las opiniones.
Así, en esta época, podemos ver que, en la mayoría de los casos, la política se ha quedado sin conducción por falta de liderazgos reales. Y, en casos excepcionales, porque algunos de los dirigentes se han visto desbordados por las situaciones que afrontan. Y el pueblo no es sonso: sabe cuál de los gobernantes o de los dirigentes anda “más perdido que turco en la neblina”. También, en honor a la verdad, nadie nació sabiendo cómo manejar pandemias pero igual queda en evidencia quiénes no saben ni pa’ dónde agarrar (aunque no se diga en público, en privado eso se sabe). Por eso, no es de extrañar, entonces, que este nuevo escenario haya puesto en evidencia quién realmente hace su trabajo con vocación, quién está capaciado y quién no, ya que “en la cancha se ven los pingos”. Claro, querido lector, esta apreciación no será para todos pero “al que le quepa en sayo que se lo ponga”.
Hay otro viejo refrán que dice, “hay que pegarle al chancho para que aparezca el dueño”. Y, lejos de hacer apología del maltrato animal, esta frase ilustra a tantos “dueños” que no son capaces de hacerse cargo de las situaciones hasta que se los presiona de alguna forma. Dicho, sumamente vigente en estos tiempos, donde hemos observado más de una vez, algún punto débil por parte del Estado y de las autoridades. Ya que, al momento de afrontar la pandemia, queda muy a la vista que muchos Directores de Hospitales, Intendentes, Legisladores, Ministros y hasta Gobernadores han jugado al juego de la “papa caliente” con las situaciones, echando culpas y responsabilidades en otros. “Más no podemos hacer, no podemos mandar a todo el Estado corriendo detrás de la gente para vigilarlos o hacer cumplir las normas”, dicen en los despachos. Y, aunque frenar esta pandemia es responsabilidad de todos, siempre hay algún funcionario que en vez de usar los recursos disponibles con determinación, le va a encontrar “la quinta pata al gato”. Por supuesto, cuando se ponen en evidencia las excusas y se le pega al chancho, el dueño aparece. Y, depende quién tenga el rebenque en la mano, el dueño sale en los medios o redes haciendo declaraciones y limpiando su conciencia. Porque más de una vez, lo reconozcan o no, es el 4to poder quien tiene “la sartén por el mango”.
No sabemos nada de “Magoya”, ni cuándo nació, ni dónde vive, ni a qué se dedica, pero sí hay una certeza indudable: cuando se lo precisa nunca está. Sólo sabemos que es el vacío mismo, la nada absoluta, y que cuando alguien nos manda con Magoya, difícilmente vayamos a conseguir lo que queremos. Lo mismo sucede en esta época, donde frente a los DNU presidenciales que vienen a resguardar el bienestar de los argentinos, los organismos de aplicación y control nos derivan a Magoya. Así, a la hora de mantener inmutables los precios de la canasta familiar o los servicios básicos, entre otras cosas, a más de uno nos han mandado a “reclamarle a Magoya”.
No obstante, tampoco tenemos que conformarnos dócilmente con las negativas ya que en esta nueva realidad, hay circunstancias extremas que sacan nuestro rol protagónico a escena. Y aunque hay funcionarios de todos los rubros en nuestras localidades que «nacieron barrigones y es al ñudo que los fajen«, no hay excusa cuando se trata de cuidar nuestra propia vida y la de nuestros seres queridos: tenemos que ser conscientes y hacer lo necesario por nuestra comunidad. Como dice el dicho “a Dios rezando y con el mazo dando”.
Y así vamos transitando la pandemia “con más dudas que certezas”, y por más que el nuevo protocolo diga que a los diez días, los contagiados pueden seguir en internación domiciliaria sin habérselos hisopado, llamemos “al pan, pan y al vino, vino”. Ya que las cosas por su nombre siempre son más claras: el sistema de Salud ya está colapsado y no puede soportar más internaciones (por eso se intenta mantener con nuevos parámetros la ilusión de que aún seguimos en control sin caer en el pesimismo). No obstante, este nuevo protocolo, también nos demuestra que por más que nos llamemos un país “Federal”, estas decisiones hechas a Nivel Nacional, se tomaron mirándose el ombligo que es el AMBA y la CABA. Sin invitar a que los Gobernadores de cada provincia, junto a sus Ministros de Salud, puedan tomar decisiones más territoriales readecuando los parametros nacionales (o, si es que tienen esta potestad, la están dejando pasar de largo). Mientras se siga mirando para otro lado, mientras no se quiera hisopar y “sólo se toque de oído” las cifras, mientras no sepamos cuál es la realidad con la que tratamos, no hay más remedio. Como dice el dicho: habrá que seguir pegándole al chancho.