Si bien, los primeros conventillos nacieron con la inmigración de 1880, este tipo de viviendas comunitarias se multiplicaron a tal punto que en 1919, se registraron 2.470 en los alrededores del Puerto de Buenos Aires. En esos ámbitos, convivieron forzosamente diferentes culturas que, a fuerza de malentendidos, incomunicación y ganas de sobrevivir, fueron ensayando la capacidad de adaptación en pos de un futuro mejor.
En medio de esa precariedad y caos surgieron distintas manifestaciones profanas (como bailes, canciones, mezcla de lenguajes, costumbres y juegos) que nos recuerdan que nuestra esencia como crisol de razas no se encuentra en la quietud de las celdas de los conventos religiosos, sino en los roces cotidianos y asperezas del comportamiento humano que confluyeron en los espacios comunes de los conventillos.
Pues bien, querido lector, te preguntarás el motivo de esta introducción y la respuesta es la siguiente: vivir en un conventillo, es decir, ser un ‘conventillero’ no significaba “ser un mero chismoso” sino aprender a sobrevivir reconociendo quién era quién, relatando las anécdotas y datos que se sabían sobre cada residente. Por supuesto, no seamos ingenuos, también existían ardides y maledicencias que ayudaban a construir o limitar los dominios y poder de cada vecino.
Quizá esta explicación sea hoy, la excusa perfecta para poder contarte, al mejor estilo conventillero, la historia de algunos personajes que conviven en este gran conventillo que es la provincia de Río Negro y, de esta manera, ir resignificando el término:
Los dos mariscales
Se dice que en una de las habitaciones del conventillo vive el mariscal Doñate. Dos modestos sastres le confeccionaron su traje de la derrota. Es un atuendo sencillo que no tiene las estridencias del uniforme del mariscal Soria (confeccionado, según dicen, por su hermano Carlitos y los caprichos de su hermanita María Emilia; acompañados por sus sirvientes, ahora legisladores, Joselito Berros, Nachito Casamiquela y Nicolito Rochás).
Sí, el senador Doñate puede llevar a la derrota al peronismo en el próximo turno electoral provincial. Y ahí tendrá nuevas jinetas en su traje de mariscal. Pero, por ahora, es sólo el ‘mariscal de la derrota’ de su pueblo Luis Beltrán. Lo interesante es que dos adversarios históricos de esa ciudad, se unieron para armarle el traje (o, tal vez, fue el mismo Doñate quien los unió de forma indirecta). Aunque en un conventillo viven personas con diferentes posturas ideológicas y políticas, es llamativo cuando dejan de vivir para convivir como pasó en este pueblo rionegrino: Robin del Río y ‘Cochengo’ Apud, uno radical y el otro peronista. Sin embargo, unieron sus fuerzas y se levantaron con un triunfo estupendo en las municipales de Luis Beltrán, haciendo perder al candidato a intendente de Doñate. Derrota que se repitió en octubre cuando el mariscal Doñate perdió por una verdadera paliza contra el senador Weretilneck. Dejando en claro que una cosa es que te lleven a la derrota tus propios sastres y otra cosa es que sea consecuencia de la estrategia de ajenos como sucedió en este caso.
Donde más lo conocen, lo vieron nacer y dar sus primeros pasos, no lo quieren. “Allí no gana ni va a ganar” -repiten algunos vecinos de Beltrán-, “ni aún cuando la lista de los dos Fernández en Río Negro haya ganado con una amplitud de más de 30 puntos por encima de la fórmula Macri-Pichetto”.
“Es el Karma” –responden otros- “Por algo, le decían la Motosierra”. Apelativo que recibió en el año 2007, cuando era presidente del Concejo Deliberante, por aprovechar una enfermedad del intendente de ese entonces (Don Apud, padre de ‘Cochengo’) e intentar desalojarlo del gobierno.
Para colmo, al mariscal Doñate, se le suma como sastre personalísimo el otro mariscal, don Martín Soria, que lo llevará a casi una probable próxima derrota. Traje que Doñate se quiere probar en 2023. Si hacemos futurología pensando en las elecciones para la gobernación de Río Negro.
Por eso, esta semana, el senador de Beltrán respiró tranquilo cuando el presidente Alberto Fernández no recibió a esa comitiva que viajó desde Río Negro a Buenos Aires. Soria volvió a perder y ahora los senadores que no cenan en su mesa le están haciendo sentir el rigor de la nueva construcción del poder. Sólo una intendenta se salvó de la vergüenza y del papelón nacional de no ser recibidos, ya que ocupada en solucionar los tremendos problemas económicos (la deuda millonaria) que le dejara el anterior intendente de JSRN, no pudo viajar.
La dama del lago
Pero, como historias de conventillos hay más de una, pasemos a otro de los personajes significativos de esta provincia: Se dice que, a orillas del Nahuel Huapi, hay una mujer del peronismo que tiene el raro privilegio de haber perdido sólo una elección cuando encabezó la lista de concejales y la propuesta liderada por el legendario Ricardo Ledo, devenido Secretario General de UATRE de Viedma (aunque jamás se desempeñó como peón rural o estibador de puerto). Ledo fue candidato a intendente en Bariloche en 2003 y apenas sacó el 2,5 por ciento de los votos que, arañando, le alcanzaron a Silvina García Larraburu para obtener una banca de concejal. De esta manera, la actual senadora nacional comenzó su carrera política.
Luego, a los dos años, ganó en Bariloche, acompañando a Julio Arriaga, por más de diez mil votos. Fue una verdadera paliza para Cacho Cuevas, el candidato apoyado por el gobernador Miguel Saiz y el intendente de Bariloche de aquel entonces, Beto Icare, cuya flamante secretaria privada, era la actual gobernadora de Río Negro. Pese a su elevada perfomance electoral, Silvina no entró como Diputada Nacional, pues eran sólo dos las bancas en reparto y, por sistema D’Hondt, quedaron a manos de Arriaga y Cuevas.
Dos años más tarde, Pichetto la convocó para encabezar la lista sábana de legisladores del Frente para la Victoria y, nuevamente hizo un aporte superlativo para un peronismo siempre recargado de perdedores. Ese mismo año volvió a renovarse la cámara de diputados y ella intentó quedarse con la candidatura en ciernes pero fue rechazada para esa postulación por el peronismo que terminó en manos de Jorge Cejas.
Muy ofendida, casi cayó en la tentación de acordar con el dirigente radical Fino Sartor (hombre acusado en el ambiente político de todos los males del radicalismo), operación que no se concretó por ese principismo ideológico que muchas veces le terminó jugando en contra. Pero pronto vendría la revancha. Y ahí la actual senadora volvió a mostrar de qué estaba hecha su historia política en Río Negro.
Pichetto debió apelar nuevamente a ella para poder renovar su banca de senador y Silvina aceptó el segundo lugar para arrimarle los votos de Bariloche al hombre de la irrelevante, en términos electorales, Sierra Grande. La victoria fue contundente. Una vez más, García Larraburu demostraba que a orillas del Nahuel Huapi, el peronismo tenía una mujer con poder electoral y una sólida formación política. Sus primeros pasos, en la fallida y olvidable (por no decir vergonzosa) gestión del intendente César Miguel, fueron difíciles. Pero al cabo de los años demostró una estatura envidiada por la mayoría de los peronistas que, por distintas razones que sólo pueden explicar los psicólogos, prefieren un mariscal de la derrota a una mujer triunfadora como Silvina.
Eso sí, aún no se sabe de ningún sastre de la triunfante siempre senadora. Tal vez, los sastres sólo se vuelvan famosos cuando sus mariscales caen en la derrota. Y, por eso, el diputado Soria quiere ser el próximo sastre del senador Doñate. Aunque a la vista quedó que en Buenos Aires le dijeron: “Don Martín, no es lo mismo ser el sastre de un mariscal, que el mariscal sea un desastre”.
Como dijimos, historias hay más de una en este gran conventillo que es la provincia de Río Negro. Algunas, son más actuales que otras pero todas nos ayudan a saber quién es quién. Personajes hay muchos y de todas las ideologías políticas: hoy les tocó a los peronistas, pero mañana quizá, podremos mencionar a la gente de JSRN quienes están dando mucho de qué hablar y nos pueden ayudar a redefinir el término ‘conventillero’.
Por nuestra parte, querido lector, quisimos hacer justicia a una palabra a la que le han sacado parte de su contexto e identidad original. Sólo resta esperar que la comunidad así lo entienda. Sin duda, con la mejor intención, nuestro aporte está hecho.
Atte, Agencia Uno, Río Negro.