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Las segundas partes nunca fueron buenas” – sentencia la gente. Y por eso, querido lector, en este segundo editorial, deberemos estar a la altura de las circunstancias. Aunque ahí está el quid de la cuestión, porque la talla del desafío es como el ego en política… en fin, a buen entendedor, pocas palabras.

No obstante, y con el afán de romper esta sentencia, vamos a aclarar que estábamos buscando una película distinta para hablar de lo que perdieron los que salieron en segundo lugar, Pro y de Aníbal Tortoriello, cuando los mensajes a la redacción nos hicieron reanudar el rumbo anterior. Claro, más de uno vio con nitidez la relación entre el Titanic y el peronismo hundiéndose por mirar el iceberg y no haber podido frenar esa inercia egoísta que les impidió virar a tiempo. Y no sólo eso, en los mensajes muchos desarrollaron sus propias interpretaciones sobre los diferentes personajes del film, haciendo una ficción con los personajes que protagonizan hoy nuestra política (por cierto, a todos esos lectores entusiastas que desarrollaron aún más esta gran analogía, muchas gracias).

Como decíamos en el editorial pasado, más allá de haber ganado, “todos terminaron perdiendo algo”. Así veíamos que las elites privilegiadas del Titanic, perdían la compostura y refinamiento intentando comprar voluntades con tal de asegurarse un lugar en alguno de los botes (por supuesto, hubieron quienes aceptaron y otros que se dieron cuenta que de nada vale la riqueza si se empeña la vida). En fin, para los acomodados era un “todo vale” (incluso la blasfemia y traición), que desnuda las profundas miserias del individualismo humano. Es que son los momentos más dramáticos y decisivos los que nos muestran de qué estamos hechos y si somos coherentes o no con lo que predicamos o simplemente nos llenamos la boca hablando de Dios (como hace Tortoriello) y, por detrás, negociamos con el diablo.

Y, entre las PASO y las generales, también Tortoriello dejó ver de qué está hecho. Con un discurso despreciaba al poder y la posibilidad de pensar a la política al cuestionar a los políticos actuales pero, haciendo y comprando voluntades si era necesario, intentaba pertenecer a ese mundo. Con los medios de comunicación y gente que pensaba distinto a él, mostró la misma incoherencia: los desprestigió y los corrió sin escucharlos. Aún así, y porque los demás estaban haciendo las cosas peor que él, es que pudo subirse a una de las bancas. Y aquí, ¿comienza o continúa su travesía? Porque los indicios de lo que va a ser ya se dejaron ver en este tiempo. Realmente, ¿qué cambió ahora que es diputado? Ya convirtió a propios y extraños en sus rivales, ya demostró por sus acciones que su palabra sí tiene un precio (dictado por la conveniencia), a los radicales les demostró que si alguien se atreve y pone un poco de plata, vuelven a jugar en los podios. Pero, ¿cuál es su mayor pérdida? Que perdió la posibilidad de ser distinto al resto y se transformó en todo lo que él criticaba: ahora ya es uno más de los políticos que toman decisiones que en nada le cambian la vida al pueblo, sólo incrementan sus bolsillos y egos personales. Y, para una persona que aspira a ser diferente y tener un futuro en política, ésta es la perdida que debe evitar. Estar aliado a Patricia Bulrrich y a Mauricio Macri son los primeros pasos reveladores en ese camino demostrando quién es.

Perdón, pero dijiste ‘los que salieron segundos’, ¿a quiénes te referís? En realidad a nadie, querido lector, fue un plural casi de cortesía porque como señalaba su spot de campaña sólo “Es Aníbal” y sólo él, no un partido ni una estructura detrás. Por eso, en esta paradoja de ganar y perder a la vez, podemos afirmar que además se perdió la posibilidad real de representación de una idea política, de un sector que adhiere al PRO, incluso, la posibilidad de generar una identidad colectiva y pertenencia a una idea de provincia. Pero como todo su mundo “es Aníbal”, a la hora de negociar y comprar voluntades, se verá si lo que tiene para ofrecer desde su punto de vista, es lo que realmente necesita el pueblo. Porque gran parte de los votos que lo llevaron a la banca son de los radicales y ellos sí tienen una clara idea de pertenencia, tienen un sentir. Y ahora, huérfanos, reman por el océano esperando el socorro de una conducción partidaria que venga a rescatarlos y así dejar en claro que a un buen puerto se puede llegar con otro capitán, alguien que sí tenga ganas de aprender de las cosas que se hicieron bien y no volver a cometer los mismos errores. Por eso, cuando la política se vuelve tan personal, deja de representar las voluntades y necesidades sociales para quedar a merced de interpretaciones e imposiciones individuales.

Para concluir, podemos asegurar que el PRO ganó una banca y a la vez, en ese proceso, Tortoriello perdió la credibilidad de ser el santo varón que orinaba agua bendita. No, también es parte de los pecadores y míseros mortales que luchan y niegan lo que es evidente. Pero, como dice el dicho: si camina como pato, grazna como pato, se junta con otros patos y a cada paso una… entonces… un paso, alejó a Lorena Matzen por pensar distinto, otro paso, hablaba de Dios pero se enojó con la gobernadora por la vivienda y obra social para los pastores, otro paso más, incumplió su palabra con algunos medios de comunicación… Sí, claro que es un pato, sino miren cómo nada… porque con Tortoriello, no se llega a nada de nada.