Un picadito (cuarta parte de “Una cortita y al pie”)

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Y aquí estamos, querido lector, desafiando una vez más la capacidad de ser justos en nuestras opiniones y no caer en la costumbre de decir siempre lo mismo. Cosa que no es fácil, en este caso, porque salir de las lecturas obvias sobre el desempeño de los partidos de Izquierda requiere mucha creatividad de nuestro hemisferio derecho (y no nos extraña, porque en este lugar del hemisferio, más de una vez comprobamos que la izquierda le termina siendo funcional a la derecha).

Lo cierto es que, hasta el momento, veníamos encontrando paralelos en esta saga político futbolera y armando analogías para entender el complejo y voluble mundo de la política. Pero en el análisis que traemos hoy, si quisiéramos equiparar las jugadas que hacen estos partidos a las reglas del fútbol, no encontraríamos ninguna que aplique con exactitud profesional. Es que el fútbol, para nosotros al menos, es una pasión y no queremos un juego predecible con un final cantado. No. Exigimos uno que nos regale momentos memorables, que nos tenga en vilo minuto a minuto, un espectáculo que nos entusiasme y si tuviéramos que sufrir viendo las complicaciones de nuestro equipo, por lo menos que sea con la ilusión de saber que tenemos una chance de meter la pelota en la red. Y esa carencia de emoción es la que impregna las boletas de la Izquierda desde hace mucho tiempo (aunque cabe aclarar que dentro de este fenómeno, vamos a exceptuar al Socialismo, que merece una oportunidad y capítulo aparte). Por eso, la única manera de interpretar sus jugadas es señalar que más que un juego profesional, los de la Izquierda están jugando ‘un picadito ‘entre amigos para mantenerse en forma (sin desmerecer el aporte que hacen a nuestra imperfecta democracia que se nutre de la diversidad).

Y así observamos este extraño fenómeno marcado por la informalidad: juegan por jugar, no para competir (si tuvieran voluntad de ello, empezarían a entrenar para jugar en serio, pero no es lo que demuestran: trabajan por separado y el idealismo les quita fuerza y pensamiento estratégico). Convengamos que, hasta en los picaditos entre amigos, uno elige rigurosamente quiénes serán parte de nuestro equipo y, por ende, quiénes serán nuestros rivales pero esta emocionante ceremonia destinada a establecer los dos bandos, acá tampoco está muy clara. Tal es así que, nos costó mucho entender quiénes eran los que se presentaban y por qué iban por separado, siendo que la unión hace a la fuerza. Por ello, apelando a la buena voluntad de una de las candidatas, le consultamos a Norma Dardik del 1A Unidad de Izquierda, contra quiénes competía y ni siquiera ella lo sabía.

Imagínense el desconcierto, de nuestro conductor radial Rubén Torres, al escuchar esa respuesta. Si él, que es pura voluntad y actitud para relatar las jugadas y jugarretas de los equipos políticos, no tuvo palabras para continuar, entonces, cuán grande será la confusión del ciudadano de a pie que quizá intentando apoyar a la Izquierda, termine diluyendo su voto en porcentajes que ni siquiera ayuden a que estos partidos pasen a la próxima instancia (hecho que quizá capitalice el socialismo  cobrando más fuerza para pasar a la siguiente etapa).

A su vez, hay varias lecturas más que se pueden hacer de esto como que si los mismos candidatos no tienen claro quién es su rival político, tampoco sabrán qué estrategias y jugadas deberán llevar a cabo para ganar.

Como se habrán dado cuenta, hay más incertidumbres que certezas con estos partidos y ni siquiera la picardía nos aflora ante esta crónica de fracaso anticipado (quizá por eso es que también hablamos de manera tan general, sin puntualizar en Río Negro, para no seguir haciendo leña del árbol caido).

Pero, aún así, no nos damos por vencido, porque a veces son los contrastes y distintas tonalidades, las que nos permiten visualizar nuevos colores y un panorama distinto. Y, aunque estamos seguros de la imprecisión del juego que llevan a cabo, encontramos que la ficción literaria sí puede explicarnos lo que ni ellos mismos saben poner en palabras.

A los de la Izquierda les pasa lo que le pasaba a Manuel Mandeb, personaje de Alejandro Dolina, quien al seguir las «instrucciones para elegir en un picado» se dio cuenta que sus decisiones «no siempre recaían sobre los más hábiles, que lo único que deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran tan capaces.«

Por supuesto, el criterio de Mandeb parece un capricho sentimental, y hasta infantil, pero guarda un pedacito de estrategia: él se dio cuenta que uno juega mejor con sus amigos. Ellos, en los momentos necesarios, serían generosos, lo ayudarían, lo comprenderían, lo alentarían y hasta lo perdonarían al equivocarse y perder.

Esto mismo es lo que le ocurre a la Izquierda en Río Negro. Como señala el cuento, “un equipo de personas que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños indeseables”.