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Cuando a principios de los ’80 empezamos a escuchar con más fuerza el término “postmodernidad”, sólo sabíamos que algo había cambiado en nuestra sociedad y que necesitábamos nuevas palabras para hablar de ello. Con el andar, empezamos a entender con más claridad algunos de los signos de estos nuevos tiempos. Por ejemplo, que las posturas rígidas, los ideales absolutos y hasta los héroes intachables podían bajarse del pedestal. Lo mismo sucedió con el concepto de verdad, que hoy por hoy, ya no es más esa “VERDAD” con mayúsculas sino una “verdad” entre muchas verdades según desde dónde se la mire. Y cuanto antes lo entendamos, más críticos podremos ser. Por eso, querido lector, es que para construir nuestro propio pensamiento, siempre escuchamos y analizamos diferentes voces y, entre todas ellas, vamos generando opinión. Es que, constantemente buscamos el equilibrio y la objetividad, observando toda clase de programas con contenido social y periodístico.

Es en medio de esta búsqueda, que hemos encontrado muchas frases hechas y pensamientos esteriotipados tan comunes que ya forman parte de nuestro vocabulario. Algunas significativas como “la grieta” y “la construcción del relato” hasta son sostenidas por sectores políticos muy marcados, para así justificar sus propias acciones y posturas frente a la sociedad.

Justamente esta semana, como si estuviéramos mirando una función teatral en vivo y en directo, asistimos a un gran espectáculo que dejó en evidencia cómo se construyen relatos para justificar y sostener el poder. No fue el único ejemplo, pero sí uno que nos llamó la atención: la primer escena de esta obra sucedió hace dos semanas atrás cuando los titulares de algunos diarios materializaron algunas especulaciones sobre la suba del impuesto a las ganancias. Por supuesto, frente a tan escandalosa noticia, la audiencia, periodistas, políticos y militantes, empezaron a mandarnos diferentes mensajes, como si en el fondo el mismo pensamiento los inspirara: “¿Viste? Yo te lo dije…¡Mirá lo que va a hacer el Presidente!”

Nosotros, en silencio, observamos el devenir de la información. Sí, parecía irrefutable y poco coherente. Por eso fuimos más precavidos y no contestamos ningún mensaje. Por suerte para nosotros, esta vez no “compramos gato por liebre” como aquellos que ridículamente fueron burlados por los grandes medios hegemónicos que construyen el relato.

Incluso, los periodistas de C5N que también desarrollan una postura tan absoluta, “pisaron el palito”. Ya que en su relato tan oficialista, no dieron lugar al desarrollo investigativo y la defensa al Gobierno Nacional que intentaron hacer, no tuvo una gran solidez argumentativa. “Eso no es verdad”, planteaba Gustavo Silvestre en Minuto Uno, pero tampoco aportaba datos que ayudaran a deconstruir el discurso instalado, salvo el eco de la muletilla “Clarín miente” que pareciera ser el ademán con el que se persignan hoy los kirchneristas. Ni siquiera, se refirió a la visita del Presidente a un programa del mismo canal (Sobredosis de TV) donde, consultado por el mismo tema, Alberto Fernández enfatizó: “La verdad es que eso no lo plantié nunca. Jamás mencioné que iba a subir el impuesto a la ganancia”. Sin que los periodistas ahonden demasiado en el tema, sí quedó claro que se tergiversó el intento de establecer, como existen en otros países del mundo, el impuesto a la riqueza, que es un gravamen que se paga por única vez y sólo se aplica a fortunas de más de $200 millones (en Argentina sólo alcanzaría a unas 12.000 personas).

Incrédulos de tal show, o tal vez permitiéndonos dudar para llegar a las certezas, seguíamos pensando: “algo más debe haber. No puede ser tan evidente cómo se burlan de la gente y cómo algunos periodistas del interior del país “compran pescado podrido”, repitiendo como sonsos las noticias capitalinas (incluso algunos con amplia trayectoria y años de profesión) que sólo alientan los motivos personales de los grandes dueños de los medios hegemónicos”.

“Subirán el IVA a algún sector y desde ahí será que dicen esto del aumento…”, seguíamos masticando, intentando dilucidar cómo se resolvería el conflicto que tanta reacción seguía generando. Hasta que, para asombro de muchos “grietistas” que no creen en el diálogo, el mismísimo Presidente recibió en Olivos a los conductores del programa de TN “A Dos Voces” en una entrevista exclusiva. Allí, en medio del contrapunto periodístico, se resolvió el conflicto. Fue en el momento en que Edgardo Alfano le preguntó al Presidente: “¿Usted quiere subir el impuesto a las ganacias hasta el 41%?” y Fernández respondió con mucha firmeza “No, eso lo dice Clarín. Nunca lo dije yo”. Entonces, sin mediar más palabras, Marcelo Bonelli reconoció: “Yo lo dije, fui yo”. Claro, como hombre de códigos y buenos modales, el presidente se corrió rápidamente del lugar de total incomodidad del periodista y, sin aprovechar el sincericidio de Bonelli, dio lugar a la chanza lúdica de que Alfano lo siga entrevistando a su compañero. Sí, es cierto, parece surrealista pero pasó en vivo y en directo. Y dejó al descubierto que existen estas jugadas del poder que manipulan la verdad creando relatos y que, además, muchos “compradores de relatos” son de alguna forma cómplices por acción u omisión.

Pero “no agreguemos más leña al fuego” como dice el dicho popular. Demasiado con este relato deconstruido y el dolor de la tomada de pelo por la que algunos también le van a echar la culpa al peronismo y al kirchnerismo. Aunque en el fondo, algo de razón tienen: sí, estos relatos les funcionaron a los grandes medios como Clarín porque no hubo una fuerza política que los desmantele con argumentos de peso. Ni siquiera el kirchnerismo estando en el poder propició un ámbito donde se dialogue y discuta ideas con otras líneas de pensamiento. Todo lo contrario. Incluso, dejaron de ir a los programas de estos periodistas opositores y abandonaron la discusión. Entonces, como señala el refrán “el que calla otorga” y ahí pasó lo que pasó: al no haber quien refute, hasta las mentiras, parecieron verdades. Moraleja: el diálogo no siempre es falta de acción o debilidad, también es poder. Y en este caso, la apertura a dialogar de Alberto Fernández (que se aleja bastante de las viejas mañas kirchneristas), nos dio a todos la posibilidad de desmitificar lo que ya se había instalado como verdad absoluta.

Entonces, pensarán algunos, “la cantidad de historias que nos habrán vendido y nosotros las compramos… la cantidad de relatos construidos por otros que hicimos circular”. Y sí, querido lector, en algún momento «se nos cae la ficha» y, para nuestro consuelo, nos repetimos que “es un mal de muchos” pero, aunque no lo digamos, el refrán tiene un remate. Quizá, la solución esté en aprovechar esa epifanía y hacer un ejercicio constante de análisis: pasar por el tamiz de la duda a las noticias que dimos crédito y hacerles un seguimiento filtrando desde distintos lugares lo que se va diciendo. Tal vez, en el ejercicio empecemos a sospechar de varios relatos construidos y hasta nos sintamos un poco ingenuos e impotentes frente a nuestros propios límites. Pero, al fin y al cabo, en esta búsqueda, vamos a estar un poco más cerca de llegar a nuestra propia verdad.